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Cifuentes, "muralla de manantiales"

El castillo fué comprado por el ayuntamiento a sus dueños, que eran los herederos del Infante.

Cifuentes está situado en una comarca natural que abarca gran extensión dentro de la provincia de Guadalajara, La Alcarria.

Su emplazamiento coincide con el nacimiento del río Cifuentes, que tras un breve recorrido desemboca en el río Tajo, en Trillo.

El nombre de Cifuentes (¿cien fuentes o siete fuentes?) indica la riqueza de agua del lugar elegido para el establecimiento de esta población surcada por numerosos manantiales, donde brotan abundantes caudales que forman el río.

Su término municipal abarca 219 Kmcuadrados y comprende la villa de Cifuentes y otros diez núcleos de población.
Cifuentes está situado en la periferia de la Meseta Central. Su suelo está formado por rocas sedimentarias de finales de la Era Secundaria (Mesozoico).
Los terrenos son calizos fundamentalmente, aunque en la comarca existen amplias zonas arcillosas.

El clima es continental, aunque suavizado por la cercanía de las zonas mediterráneas. En la vegetación destacan las plantas aromáticas (espliego, romero, tomillo, etc...) que dan lugar a una importante apicultura.
Gracias a esta variedad de especies aromáticas, en La Alcarria se obtiene la más famosa miel del país y una de las más apreciadas en el mundo.
El relieve de la zona presenta una sucesión de páramos, colinas y amplios valles, resultado de la erosión de los ríos Tajo, Tajuña y Cifuentes.

Pero el caracter más sobresaliente del medio físico de Cifuentes es la presencia de agua.

Los caudalosos manantiales existentes forman una blasa donde el agua se remansa antes de encauzarse en el río.

El castillo de Cifuentes fue mandado construir en 1324 por el Infante Don Juan Manuel. Se levanta sobre un cerro que fue amurallado.

El castillo es de planta cuadrada con torres en las esquinas: una redonda dos cuadradas y la torre del homenaje pentagonal.
Estaba rodeado por un camino de ronda, y en la parte inferior, fuera del castillo había un foso. Tiene una entrada única y conserva el escudo de Don Juan Manuel que consta de una garra alada empuñando una espada y detrás un león rampante.

Actualmente está en restauración.
No existen testimonios acerca de Cifuentes hasta la Reconquista.
Sobre épocas anteriores las excavaciones arqueológicas realizadas en la zona han dado como resultado el hallazgo de una villa romana junto a Gárgoles de Arriba.

Esto significa que zonas próximas a Cifuentes estuvieron habitadas desde tiempos antiguos.

Sin embargo, el origen de la villa de Cifuentes se sitúa en los primeros años, después de la Reconquista.


Tras conseguir su independencia de Atienza pasó a pertenecer sucesivamente a distintos señores, entre los que cabe destacar a Don Juan Manuel, quien ordenó la construcción del castillo.

Hubo personajes importantes de la villa que fueron protagonistas de la historia de España, entre los que cabe destacar "La Princesa de Éboli".
El episodio más sobresaliente de la Edad Moderna en Cifuentes está relacionado con la Guerra de Sucesión.

El Conde de Cifuentes en ese momento, Don Fernando de Silva Meneses, se puso al lado del Archiduque Carlos de Austria, en contra de los Borbones.
Al terminar la contienda éstos le desposeyeron de títulos y bienes, destruyendo por completo su palacio, que ocupaba parte de la Plaza Mayor.

Para conocer el estado de la villa de Cifuentes a mediados del siglo XVIII se cuenta con un documento de excepcional interés, el Catastro de Ensenada.

Dos son los sucesos que sobresalen del siglo XIX en España y por consiguiente también en Cifuentes.
En primer lugar la Guerra de la Independencia. Esta comarca tuvo un gran papel importante en la lucha contra los invasores franceses en la modalidad de guerra de "guerrilas" y en la que participaron activamente las gentes de la tierra bajo el mando de Juan Marín "El Empecinado", en la que Cifuentes salió devastado y arrasado por el fuego.


Después, y hasta casi finales de siglo, las sucesivas Guerras Carlistas continuaron asolando la villa.

El pueblo para defenderse restauró las murallas y la atalaya de la Torre del Homenaje del castillo.
El siglo XX comienza con la pesadumbre de la pérdida de las últimas colonias, Cuba y Filipinas. Sin embargo Cifuentes se va recuperando de las guerras del siglo XIX.
En la reconstrucción de sus viviendas se emplea la piedra de las murallas, con las que éstas llegan casi a desaparecer.


Sus gentes viven como una pequeña comunidad provinciana, según nos narra el cronista Francisco Layna Serrano en su "Historia de Cifuentes".
Al terminar el primer tercio del siglo se desencadena la tragedia de la Guerra Civil Española, que castigó con dureza la villa.

Terminada la contienda, Cifuentes va recuperándose de las heridas de los bombardeos y las heridas morales que deja tras de sí una guerra entre hermanos.
Bien distinto han sido los periodos desde los años cuarenta hasta los sesenta, en los que empezó una época de emigración y abandono del campo por éxodo a las ciudades en nuestro caso fundamentalmente a Madrid.


A mediados de los setenta y con la construcción de la central nuclear de Trillo se produjo un progresivo desarrollo económico y social, que ha durado hasta inicio de los años noventa en que volvemos a vivir un grave periodo de disminución de la población por causas laborales y que desgraciadamente todavía no ha concluido.


Cifuentes es una localidad alcarreña poco conocida por sus atractivos turísticos, despojada de la mayoría de sus tesoros en la Guerra de Sucesión, las sucesivas desamortizaciones del s. XIX y especialmente como hemos mencionado anteriormente, durante la Guerra Civil de 1936-39.


En este último caso la destrucción se centró sobre todo con los bienes muebles, pero no con el patrimonio arquitectónico ni el arqueológico, este último muy bien protegido por haberse descubierto con posterioridad al conflicto bélico. Una de las joyas de Cifuentes debió ser la iglesia parroquial de El Salvador, a juzgar por los escasísimos restos conservados tras las destrucciones del periodo 1936-1939.


Sin embargo, posee una original portada románica, orientada al norte, llamada "portada de Santiago". Además de las arquivoltas, tiene decoración en capiteles y frisos.


A continuación recogemos una descripción pormenorizada de los relieves, tomada de:
Antonio Herrera Casado, Una propuesta teológica en el románico castellano. La portada de Santiago en Cifuentes (Guadalajara), Wad-Al-Hayara. -- Guadalajara : Institución Provincial de Cultura "Marqués de Santillana", nº10, (1983), pag. 165-178


1.- Figura descabezada, vestida con amplia túnica y manto que cae en grandes pliegues sobre los brazos. Las manos juntas. Bajo sus pies aparece un animal; quizás un cerdo. Es figura que puede interpretarse como un santo, un justo, en actitud orante.
2.- Pareja de esbeltas figuras. Se trata de hombre y mujer. El con poco pelo y gran boca. Ella con pelo largo y boca pequeña. Túnica y manto les cubren. Ante ellos aparece un atril en el que reposa un libro sobre el que descansan sus manos. Esta pareja humana, de rasgos serenos, aparecen pisando un animal cuya cara y orejas recuerdan un mono. Deja ver sus patas. El atril que está ante la pareja apoya la cabeza del mono. Se puede interpretar como un matrimonio virtuoso.
3.- Figura de alta dignidad eclesiástica. Cubre su cabeza con mitra enjoyada. La mano derecha en actitud de bendecir, y la izquierda sujetando un largo báculo que llega hasta lo alto de la mitra y baja hasta sus pies. Se cubre por varios mantos, túnicas y casulla de abundantes pliegues. Se apoya en un pequeño animal, quizás un perro. Sobre su cabeza, una cartela en la que se lee claramente: ANDREAS: EPS: SEGONTINUS. Representa al obispo de Sigüenza, don Andrés, que regentó la diócesis desde 1261 a 1268. Quizás fue de origen francés, como sus inmediatos antedecesores, y como ellos, propiciador de modismos galos en las obras artístico-religiosas por él alentadas o consagradas.
4.- Figura de varón. Cubre su cabeza con gorro plano sujeto al cuello por barbuquejo. Viste túnica corta y se cubre con capa que le cuelga por la espalda y sobre los brazos. En ella aparece prendida una venera o concha. En la mano derecha sostiene un bordón. Con la mano izquierda sujeta un barrilillo que pende del cinto. Está pisando un busto de destrozada cabeza. Se trata de un peregrino que hace el camino de Santiago.

5.- Figura de varón. Pelo largo y grandes orejas, como queriendo denotar su edad avanzada. Se cubre con túnica corta hasta las rodillas y una capa de pliegues que dejan asomar las manos, juntas en oración hasta la altura de la boca. Su indumentaria denota ser una figura del pueblo. Entre su brazo derecho y el cuerpo sostiene una gran vara de mando. Apoya sus pies en las manos levantadas de un busto con elegante vestimenta, grandes orejas y destrozado rostro. Podemos interpretarlo como un buen alcalde o regidor de pueblo.

6.- Figura femenina. Cubre su cabeza con tocado de estilo francés, pues la crespina se prolonga cubriendo completamente el cuello de la mujer. Sencillo brial que se cubre con amplio manto que llega a los pies. Sus manos sujetan contra el pecho una vara que remata en dos bolitas. Es una virtuosa dueña, quizás quiera representar a la señora de Cifuentes y constructora del templo, Dª Mayor Guillén de Guzmán.

7.- Figura femenina. Largo pelo rizado. Ciñe su cabeza con diadema y corona. Su cuerpo lo cubre de brial sencillo y manto de pliegues. La mano derecha apoya en el cinturón. La izquierda se levanta en ademán explicativo. Lo podemos interpretar como figura de una reina, quizás doña Beatriz, reina de Portugal, hija de la señora de Cifuentes y constructora del templo, doña Mayor Guillén de Guzmán. A continuación de esta figura aparecen otras cinco que la reproducen con exactitud. Se trata de lo realizado en la restauración del templo en los años de la postguerra; habiéndose perdido por las inclemencias del tiempo y los avatares guerreros cinco figuras que completaban la clave de esta arquivolta, al restaurarla se tallaron cinco figuras similares, pues no existían ni siquiera restos de las primitivas que hicieran conjeturar formas ni significados.

8.- Figura diabólica. Se trata de una gran diablesa de enorme boca, nariz deforme, y sendos cuernos que arrancan de su frente. Dos grandes pechos lacios le cuelgan del torax. Viene a juntar las manos sobre la región de su periné, del que cuelga, invertido, un pequeño ser que porta corona sobre su cabeza y cetro en su mano izquierda. Las piernas de la diablesa, muy separadas por el efecto de este parto, presenta sus pies en rotación interna, los cuales, a su vez, apoyan sobre una gran máscara de desproporcionadas facciones. Es indudable que la voluntad del escultor ha sido la de representar una diablesa pariendo un rey. Pudiera ser éste representación del monarca reinante en esos momentos, Alfonso X de Castilla, causante de la desgraciada soltería de la señora de Cifuentes y constructora de este templo, doña Mayor Guillén de Guzmán. En todo caso, es una clara crítica a la institución monárquica, violentando no solo la teoría política, sino incluso la teológica, que hacía al rey soberano de un pueblo "por la gracia de Dios". Esta figura lo hace claramente "hijo del diablo", un ser maligno.


9.- Figura diabólica. Cabeza en la que destaca una gran boca y sobre ella, y bajo la pequeña nariz, un gran orificio que semeja la deformidad del labio leporino. Pequeños ojos, pelo crespo y grandes y puntiagudas orejas. De la cabeza surgen dos grandes cuernos. Bajo la barbilla, dos prominencias que pudieran imitar o exagerar un bocio binodular. La figura está desnuda y sentada, descansando sus pies sobre un animal no identificable, quizás un cervatillo.


10.- Figura diabólica, de gran fuerza expresiva. Se trata de un ser con gran boca abierta exclamativa, muy deforme y retorcidos cuernos que surgen hacia atrás desde el reborde del pelo. De su arco mandibular surge poblada barba. Está desnudo y se le marcan en el pecho las prominencias de los arcos costales. Con sus manos y pies sujeta una figura más pequeña, puesta cabeza abajo, muy deteriorada, a la que parece martirizar o tratar de engullir.


11.- Extraña figura monstruosa. Se aprecian en la parte superior una cabecilla íntegra, de asombrados rasgos negroides. Debajo, dos alas amplias y alargadas cuyas raíces se enroscan, y de ellas surgen dos largas patas que apoyan sobre otra cabecilla de gran boca abierta por donde sale la lengua. Se tratará de un ser maligno y contorsionado.


12.- Figura diabólica. Muy desgastada por la erosión, se aprecia una gran boca, ojos separados y un par de cuernos sobre la cabeza. Su cuerpo desnudo se mezcla con otras figuras irreconocibles. Abajo asoman sus garras. Se tratará de un ser diabólico en lucha con un alma.


13.- Figura diabólica. Parece llevar una máscara, pues solo resaltan en su cara dos perforaciones profundas en el lugar de los ojos, y una nariz prominente. Cuernos retorcidos hacia dentro sobre la cabeza. Está desnudo y en el pecho se marcan los rebordes costales. Sujeta con sus manos un instrumento que por un extremo pone en la boca y por el otro termina en anillo Sus piernas desnudas y delgadas acaban en garras que pisotean a un pequeño ser desnudo. Se trata de un ser diabólico en lucha y vencimiento de un alma.


14.- Figura diabólica. Muy erosionada por las inclemencias del tiempo. Cabeza de amplias fauces; sujeta con su mano derecha un ser pequeño y desnudo. Es un diablo que vence a un alma.
I. Pareja de figuras, cuyas cabezas están destruidas. Cubren sus cuerpos con túnica o brial y gran manto de repetidos pliegues, que les llega a los pies. En sus manos derechas sujetan sendos libros cerrados, y con las izquierdas tratan de cerrar sus mantos. Pueden representar apóstoles o quizás profetas.


II. Pareja de figuras, una de ellas con la cabeza destrozada; la otra presenta un rostro grande, lleno, varonil, con bigote y cabellera larga y rizada. Se cubren con brial y manto, que les llega solo hasta media pierna. El mejor conservado sujeta un libro cerrado con su mano izquierda, mientras que con la derecha se sujeta el manto para que cuelgue. Pueden representar un par de apóstoles o quizás profetas.


III. Pareja de figuras con las cabezas destrozadas. Se cubren con un brial o túnica y gran manto de amplios y numerosos pliegues. Uno sujeta en su mano izquierda un libro de bella encuadernación con hierros. El otro sujeta con su mano izquierda el manto, mientras que con la derecha eleva su dedo índice hacia el pecho. Pueden representar un par de apóstoles o profetas.


IV. Figura de ángel, de amable rostro y larga cabellera. Dos enormes alas surgen de su espalda, con líneas grabadas que semejan plumas. Se cubre con sencilla túnica y en sus manos sujeta, extendido y cogido por el cinto en su mitad, un largo pergamino enrollado en sus bordes.


V. Figura de ángel, con la cabeza destrozada. Dos grandes alas surgen de su espalda, muy ornamentadas con grabados imitando plumaje. Se cubre con túnica y sobre ella un amplio manto de numerosos pliegues, acentuados sobre las amplias mangas. En su mano izquierda sujeta un recipiente de forma semiesférica y en la derecha deja colgar las cadenas de las que pende un gran incensario, puesto diagonalmente a la figura, indicando movimiento. Se trata de un ángel turiferario.


VI. Figura de ángel, en todo similar al de IV, aunque con sus manos enfrentadas sujetando el largo pergamino.


VII. Pareja de figuras. Una de ellas presenta largo pelo y espesa barba. Túnica sujeta por cinturón de hebilla muy ancha y manto. Otra presenta peinado rizado en su borde, o flequillo, al estilo francés, túnica de escote con incisión y gran manto que se sujeta con ambas manos. Pueden representar un par de apóstoles o profetas.


VIII. Pareja de figuras masculinas. La más alta cubre su cabeza con una cofia de las utilizadas para viajar. Denota así su carácter viajero. Túnica y manto breve que cubre los hombros solamente. Con sus manos sujeta larga espada envainada. La figura más pequeña presenta un hombre barbado, cubierto de túnica y manto. En su mano izquierda sostiene un libro, y con la derecha dos grandes llaves cruzadas. Representan, respectivamente, a San Pablo y San Pedro. Estas figuras permiten identificar a las anteriores emparejadas, y que con estas completan un número de doce, con los apóstoles de Cristo.

A. La Anunciación del Angel a María. Una figura varonil, con larga cabellera partida en el centro y barba, presenta con ambas manos un libro. Un ala tallada imitando plumaje cubre la parte izquierda de su cuerpo, mientras el ala derecha aparece al fondo, grabada. Frente a él, una figura femenina, con peinado de rizado flequillo, a la moda francesa, y cubierta de sola túnica con lazo a la cintura. Se muestra en actitud oferente, sus manos abiertas sobre el pecho. Sobre la escena, quedan restos ilegibles de una frase tallada.
B.- Escena bíblica. Una figura sentada, con manto y alas que surgen de su espalda. Frente a ella, figura de anciano varón, de grandes ojos y barba, que levanta su largo brazo y presenta actitud de bendecir. Puede tratarse del sueño de José en que un ángel le anuncia la concepción divina de María (Mt, 1, 19-25) o puede referirse también al momento en que Dios Padre envía al arcángel para realizar la Anunciación.


C.- Escena en la que una figura central, de destrozada cabeza, y cubierta con larga túnica hasta los pies, es acosada por su derecha por una figura de amplio manto, quizá femenina, y por su izquierda por un diablo con gran cabeza de desproporcionadas facciones y cuernos, tórax con arcos costales señalados y garras, que muerde en un hombro a la figura central. Puede tratarse de la representación de las tentaciones de Jesucristo que precedieron el inicio de su vida pública.


D. Dos figuras similares, cubiertas con turbante o tocado militar, así como túnica hasta los pies, lo cual parece conferirles cierta dignidad, sujetan por los brazos a otra figura central, situada en el ángulo del capitel, cubierta con túnica corta hasta las rodillas, cinto y cabeza descubierta con pelo largo. Puede tratarse de una escena de la Pasión de Cristo, en la que éste es apresado por dos soldados o sacerdotes judíos, al inicio de su Pasión.


E. Dos figuras muy estropeadas, pero de gran movilidad en sus actitudes, parecen luchar o apresar, quizás incluso desnudar, a otra figura central, casi desaparecida y totalmente irreconocible. Puede tratarse de otra escena de la Pasión de Cristo, indeterminada. Quizás la escena previa a la Flagelación, o aun esta misma.


F.- Capitel de decoración vegetal, con grandes hojas rizadas. En los ángulos aparecen sendas cabezas de leones o animales feroces.


G. Capitel con grandes hojas rizadas, en cuyos ángulos y esquina central surgen sendas cabezas de animales feroces, el central parece ser un león, pues debajo lleva abundante melena rizada, así como por la cara.


H. Capitel de decoración exclusivamente vegetal, con hojas y flores.
I. La Natividad. Aparece un hombre anciano, de largas barbas, cubierto de túnica y manto. Su mano izquierda apoya en un bastón, mientras la derecha apoya en el rostro. Se trata de José. Junto a él aparece una figura de rostro desaparecido, aunque parece femenina. Viste túnica y presenta sobre sus rodillas un pequeño ser al que le falta la cabeza. Se trata de la Virgen María presentando al Niño Jesús.
J. Tres figuras, tocadas de sombreros, con largas y abundantes barbas, y túnicas y mantos, se acercan por el otro lado del capitel a la escena anterior. Se tratará de la Adoración de los Tres Reyes Magos.


K. Capitel de decoración exclusivamente vegetal. Presenta finos tallos con pequeñas hojas, y arriba aparecen grandes hojas planas nervadas.
L. Capitel con tres figuras, al parecer varoniles, ataviadas al estilo popular y rústico de la época, con túnicas cerradas y tocados o capirotes usados por los aldeanos en la Baja Edad Media. Parecen llevar objetos sobre sus brazos. Puede tratarse de los pastores que caminan a hacer sus ofrendas ante Jesús nacido.


M. Dos figuras muy deterioradas, de imposible identificación.


N. Dos figuras que se acercan en íntimo abrazo. Una es masculina, con larga barba. Otra femenina, con ojos grandes y tocado estilo francés. Echan mutuamente sus brazos sobre los hombros del otro. Puede tratarse del abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada.


O. La Huida a Egipto. En una cara del capitel aparece José, con gran cabeza cubierta de sombrero plano y barbuquejo, propio de caminantes y peregrinos de la época. Se cubre también con túnica ceñida. A sus lados quedan restos de figuras, quizás ángeles. En la otra cara del capitel aparece un caballo sobre el que avanza con el cuerpo echado hacia adelante una figura femenina.
P. Capitel en el que aparecen cuatro figuras diabólicas con cuernos, peinados encrespados, rasgos exagerados y muchos dientes.


a. En la imposta que corre sobre el capitel de la Anunciación, aparecen diez flores de lis perfectamente talladas y muy bien conservadas, que parecen aludir al escudo real de Francia, y que pudieran ser la "firma" del artista escultor o los varios artistas que trabajaron aquí en Cifuentes, denotando con ello su origen galo. El resto de la imposta que remata esta línea de capiteles de la derecha, es toda ella de tema puramente vegetal.


b. La imposta que corre sobre los capiteles de la izquierda es muy rica en iconografía. Sobre el primer capitel existían escenas que han sido cubiertas por una masa informe de cemento, quizás para encubrir grandes destrozos. Sobre el segundo capitel aparecen dos grandes cabezas monstruosas, de pequeños ojos y enormes bocas dentadas que engullen pequeñas cabecitas. También se ve una figura desnuda con los arcos costales muy señalados, que sostiene una gran cabeza entre sus manos. Se representa indudablemente las diversas formas en que Leviatán, el monstruo infernal del Apocalipsis, engulle a los condenados por su gran boca que conduce al castigo eterno.


c. Dos animales o bestias monstruosas (una con grandes orejas, enorme boca y cuerpo voluminoso con pequeñas patas; otra con cara de lechuza y cuerpo estriado) rodean con respeto a una figurilla central, delicada y cubierta de manto, que reposa sobre una media luna. Puede tratarse de la mujer del Apocalipsis.


d. Escena en la que gran boca de tipo monstruoso hace ademán de tragar una pareja de seres que tiene delante. La actitud de esta pareja es muy expresiva, pues una figura desnuda algo mayor que la compañera, reposa sobre ella, abrazándose con sus manos mutuamente las caderas. Puede tratarse de un hombre, el de encima, y mujer, con lo que la representación de una cópula parece bastante clara. Es destacable que la figura masculina, de encima, presenta una faz de tipo demoníaco, con los rasgos muy acentuados.
e. Una gran boca de tipo monstruoso, con muchas arrugas y fila de grandes dientes, está engullendo a una figurilla delicada, con túnica de pliegues rectos. Otra figura más grande, muy destrozada, aparece delante. Puede tratarse de una representación del ya visto Leviatán engullendo almas de condenados.
f. En los dos bordes de la imposta que culmina este capitel, aparecen largas figuras desnudas con cabezas de rasgos animalescos, disputándose una pequeña figura estilizada y cubierta de túnica que aparece bajo una de las primeras. Puede tratarse de la disputa de dos seres diabólicos por conquistar un alma.


g. Dos figuras zoomórficas de difícil clasificación. Por los grandes ojos que aparecen en su cabeza, y las alas que las recubren, parecen recordar a las lechuzas. Presentan, sin embargo, unas sólidas colas, alargadas y de corte cilíndrico, en que terminan sus cuerpos, por lo que vienen a ser elementos monstruosos de rara tipología.
h. Dos figuras zoomórficas enfrentadas. Sus cabezas redondas y en actitudes agresivas, así como sus cuerpos lisos, lustrosos, y las grandes patas en que terminan, hacen recordar una pareja de alanos o perros de significado claramente maléfico.
i. Figura de cuerpo grueso, pequeña cola y gran cabeza en cuyo rostro destaca una enorme boca cuajada de dientes, rematándose la plegada frente con un par de cuernecillos. Entre sus manos sostiene alzada, al extremo de un plano que sujeta, una máscara que el escultor de Cifuentes ha querido tallar con caracteres amables, correctos. Es símbolo, sin duda, del continuo engaño con que el Demonio actúa ante los hombres, cubriéndose de máscaras sonrientes. Toda una lección de moral.


j. Figura zoomórfica, de gran cabeza con prominentes orejas, gran boca y fuertes garras. Con una de ellas sujeta a la boca una gruesa maroma, a cuyo extremo va atada estropeada figurilla. Representa el apresamiento de un alma por ser diabólico.


k. Figura humana, desnuda, a la que enrolla su cuerpo con varias vueltas una serpiente, cuya cabeza sujeta la figura con sus manos, como intentando evitar su mordedura. Puede representar el acecho demoníaco al alma humana, en la clásica forma de serpiente.
l. Figura humana, de sorprendido rostro con boca pequeña, prominencia de labio superior y nariz alta, entre los ojos. Pelo largo. Desnuda de medio cuerpo arriba. De cintura abajo, lleva faldones. Su postura de decúbito prono, con las rodillas flexionadas y atrayendo los muslos con sus propias manos, para dejar prominente la región glútea y anal, que parece estar descubierta de vestidos, es verdaderamente inusual. La impresión de ser un hombre, hace pensar en que se ofrece como sujeto pasivo a un coito anal. Puede representar el reprobado tema de la homosexualidad.
m. Figura zoomórfica. Gran cabeza de enorme boca. Patas terminadas en grandes garras. Con las superiores sostiene un objeto cilíndrico de difícil interpretación.
n. Figura masculina, de correctos trazos en su rostro, con las manos juntas y alzadas, en oración. Viste simple túnica corta con cinturón, y del pecho parece colgar un delantal. Un par de serpientes mutuamente entrelazadas están mordiendo sus pies. Representa el pecado de la lujuria, en modismo iconográfico muy usual en el arte románico francés y español. Aquí, sin embargo, el sujeto que es víctima del vicio está implorante, tratando de desprenderse de él.
o. Figura zoomórfica, con cabeza que presenta puntiaguda oreja, pequeño ojo y gran pico abierto. El cuerpo se cubre de tallada ala y de su parte central emerge una pata rematada en garra. Es un ave de cariz monstruoso, un aguilucho de significado maléfico.

2 comentarios:

Antonio Herrera Casado dijo...

Qué gran trabajo... Te felicito, porque además de mencionar, honradamente, de donde sacas los datos, los reordenas y clarificas. Esto es hacer cultura y lo demás son párrafos al viento. Un abrazo, A. Herrera

Unknown dijo...

Empiezo a dedicarme un poco a Cifuentes en especial con hijos ilustres de la villa condal. Pero me quedo pasmado con esta gran pajina y llenas de magnificas fotos de nuestra villa.
Suerte adelante con la historia, ya que ami me sale cara y sin ninguna subvención para seguir publicando libros.

VICTOR MARTINEZ VIANA-vitin
Cifontino de crianza.

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