"En el valle del río Tajo y al abrigo de una gran lastra rocosa, la villa de Durón desgrana tradición y abolengo a través de su historia."
Villa de los Sres. Duques del Infantado, Durón, cabeza de seis villas: Budia, El Olivar, Gualda, Valdelagua y Picazo, est situada en la provincia de Guadalajara en la orilla derecha del gran valle del Tajo, hoy ocupado por el embalse de Entrepeñas, y al pie de una gran lastra rocosa que la abriga de los vientos norteños. Según la demarcación de la diócesis anterior a la reforma de 1955 es el último pueblo del Obispado de Sigüenza.
Su origen histórico es muy antiguo, pues es clave su situación sobre el Tajo y cruce de caminos hacia la meseta alcarreña.
Opinan algunos que Durón fue fundado por un romano llamado Duran Maráñez, que habitó en una alquería que hizo en el lugar del castillo que hoy llamamos de Maráñez, en el monte, entre las confluencias de los ribazos de los montes de Budia, de Vadelagua y Penilla, corrompiéndose después el vocablo en Durón.
Y se comprende fuese el fundador romano, por la cantidad de casquillos colorados de barro pulimentado que a cada paso se encuentran en el castillo de Maráñez y en el Cerro de la Cruz de la Torrecilla. Otras dicen que se denomina Durón, por la dureza de las peñas que le rodean.
La villa de Durón ofrece algunas características históricas, que según el Cronista Provincial de Guadalajara, Antonio Herrera Casado, le hacen interesante de considerar. Sería una de ellas la de haber sido punto de asentamiento de ese gran capitán medieval que fue Alvar Fáñez de Minaya, primo del Cid y colaborador suyo en aquellas difíciles campañas de conquista y asentamiento de la Transierra castellana, a lo largo de la segunda mitad del siglo XI.
La tradición de Durón dice que uno de los cerros que limitan por el norte el caserío lleva por nombre el de “cerro” o “atalaya” de Alvar Fáñez de Minaya, por haber tenido en lo alto un castillo este general victorioso. No tanto, pensamos, por este dato concreto, al que quizá le falten los asientos del verismo, y le sobre algo, bastante, de fantasía. Pero en el fondo de toda leyenda late una remota realidad que posibilita el que por los historiadores más rigurosos sea atendida esa “conseja” y analizada en lo que vale.
Es evidente que Alvar Fáñez colaboró con Rodrigo Díaz de Vivar en la conquista de Castejón de Henares, y que por su cuenta aún hizo algunas algaradas o “razzias” de castigo hasta Guadalajara y Alcalá. Luego colaboró en las campañas de conquista de las serranías conquenses, quedando alguna temporada de alcaide del castillo de Zorita, y de Teniente de algunas ciudades como Huete y varias más sureñas. Siempre Alvar Fáñez a la sombra del Cid, y siempre, en esta Alcarria en la que, de un modo u otro, han quedado anclados sus recuerdos, los ecos remotos de su paso y su estancia.
Durón bien puede enorgullecerse de haber figurado en el periplo viajero y conquistador de Alvar Fáñez de Minaya. Pero también puede hacerlo por haber estado en los anales de otra gran familia de nombres sonoros bien repleta: la de los Mendoza.
Tras la reconquista de la Transierra, en 1085, por Alfonso VI de Castilla, quedó extendido hasta esta orilla del Tajo el territorio propio de la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza. Durón fue elegido como cabeza de un sesmo de esta Comunidad, pasando luego a depender del Común creado en torno a Jadraque. Pasó en el siglo XV al señorío de los Carrillos, por donación que el rey Juan II hizo de esta tierra a su cortesano don Gómez Carrillo y a su mujer doña María de Castilla. En 1478, el hijo de éstos, don Alfonso Carrillo de Acuña, cambió su señorío jadraqueño, con amplio territorio, por la villa de Maqueda y la alcaldía mayor de Toledo, que le ofreció don Pedro González de Mendoza, gran cardenal de España. Este fue, pues, el primero de esta casa noble que lo poseyó.
El Cardenal Mendoza legaría Durón y todos los pueblos que constituían su sesmo (Budia, El Olivar, Gualda, Picazo y Valdelagua) a su hijo preferido, el mayor de todos ellos, don Rodrigo de Mendoza, a quien había puesto ese nombre en recuerdo de su pretendido antepasado, el Cid Campeador. Don Rodrigo heredó el condado del Cid, que estaba constituido por Jadraque y sus tierras, entre las que se incluía Durón.
La historia de esta Villa quedaría incompleta si no se hiciera mención a una de sus instituciones históricas más sobresalientes: concretamente la llamada Sesma de Durón, que supuso mantener durante largos siglos, en torno a su villa de origen, un dispositivo político y sobre todo, económico, de singularidad muy acusada, aunque son muy escasos los datos que existen escritos sobre este aspecto de la historia político-económica de la Alcarria. Todo lo más que se sabe es que el Sesmo de Durón fue una de las partes (no seis, como podría suponerse por el nombre) en que se dividió la tierra de Jadraque, territorio comunal durante la Edad Media, y luego señorío de los Mendoza, como ya se ha relatado anteriormente, durante la Moderna.
Para evocar el Sesmo de Durón hay que remontarse a la historia de Jadraque. Es obligado. Aún más: hay que llegar hasta el mismo momento de la Reconquista de esta parte de Castilla a los árabes, y decir cómo desde el año 1085 se estableció en Atienza, con su fuerte muralla y su enriscado castillo, la cabeza de un fuerte Común de Villa y Tierra, que amplió su territorio a tenor del avance que la Reconquista hacía en dirección Sur. Así, sabemos que el Fuero atencino llegó a aplicarse hasta la orilla del Tajo en este lugar de Durón, y que en torno a este pueblo se construyó ya un primitivo sistema organizativo que tenia a Durón como primera referencia, antes de apelar (en juicios y otras burocracias) hasta Atienza.
Durante el siglo XIV la fuerza que cobró Jadraque se hizo notar de forma que, tras largos pleitos, los del castillo del Cid consiguieron verse independizados de Atienza, y organizar en su torno un enorme territorio con aldeas numerosas que dependían del Concejo jadraqueño. De esta forma, y desde el referido siglo XIV, aparecieron los sesmos de Bornova, del Henares y de Durón en el seno de la Tierra de Jadraque. El nombre medieval y castellano de sesmo tenia su razón porque en un principio expresó la idea de partir el territorio en seis partes, al frente de cada una estaba un sesmero. Pero en el caso del común de Jadraque esto no llegó a ocurrir. El sesmo de Durón contaba con los siguientes pueblos: Budia, El Olivar, Gualda, Picazo y Valdelagua, más el propio Durón.
Hablar de la historia del Sesmo de Durón, como lo estamos haciendo hoy, es hablar de los Mendoza. Esa poderosa familia, numerosísima, y pletórica de curiosas personalidades que en buena parte constituye también la historia de Guadalajara. A ellos les pagaban los aldeanos y villanos del territorio de Durón sus anuales homenajes en forma de animales y frutos de la tierra. A ellos se sometían en sus procesos jurídicos, y a ellos, en fin, reconocían el señorío de la tierra y de sus instituciones.
De todos los Mendoza, tan numerosos que han servido para escribir sobre ellos largos y voluminosos tratados de historia, hablaremos del fundador de la dinastía señora de nuestro Sesmo: el Cardenal don Pedro González de Mendoza.
Fue este uno de los hijos del marqués de Santillana, el poeta de las “serranillas”. Vivió siempre en Guadalajara y ya desde muy pequeño tuvo numerosas prebendas en fa Corte castellana de Enrique IV y los Reyes Católicos. Con éstos llegó a ser Canciller del Reino, el equivalente de lo que en la monarquía de hoy es el Presidente del Gobierno. Además fue obispo de Toledo, de Sevilla, de Calahorra y de Sigüenza. Y Cardenal por tres veces: de Santa María in Navicella, de San Jorge y de la Santa Cruz. Este prelado, hombre sabio, elegante y buen político, perteneció en todo a su tiempo, la corrupta Edad Media, en la que los eclesiásticos, y hasta el mismo Papa, vivían como si no fueran eclesiásticos, disfrutando los placeres de la vida, sin ningún sacrificio. Elegante y buen decidor, el Cardenal Mendoza se enamoró algunas veces, y tuvo hijos con, que se sepa, tres mujeres. La primera de ellas fue la dama portuguesa doña Mencía de Lemos, que al decir del cronista contemporáneo Medina y Mendoza, era “hermosísima y de gentil persona, graciosa y avisada y de gran brio”. Vamos, que era lógico que el pulido Cardenal quedara enamorado de ella. Tuvo luego dos hijos: el mayor, Rodrigo, al que añadió el sobrenombre de Díaz de Vivar, en recuerdo del Cid Campeador del que él se decía descender, y el menor, Diego. A estos, y a los que hubo luego con otras damas castellanas, los llamaba la reina Isabel “los bellos pecados del cardenal”, y el historiador Hernando Pecha decía de ellos que eran fruto de las “travesuras> del purpurado.
El Cardenal Mendoza se las apañó para que sus hijos fueran legalmente reconocidos. En 1476 la reina Isabel así lo hizo oficialmente. En 1489 lo hizo el rey Fernando. Y en 1488 el mismo Pontífice Inocencio VIII, quien defendía el hecho alegando que “por la flaqueza humana” había tenido hijos el Cardenal, pero que los daba por legítimos. Ello sirvió para que fueran admitidos en la Corte, nombrados para importantes cargos del Estado, y elevados a la categoría de nobles. Al mayor, Rodrigo, se le hizo Marqués de Cenete, y a Diego le nombraron Virrey de Valencia tras haberle dado el titulo de Conde de Mélito.
Además, al mayor, que en su tiempo fue tenido por uno de los varones más apuestos, valientes e inteligentes de Castilla, se le casó con Leonor de la Cerda, hija del duque de Medinaceli. Esta boda, a la que asistieron los Reyes, se celebró en 1492 en Cogolludo, en el palacio que el padre de la novia había construido durante los años anteriores.
Pero los novios se fueron a vivir a otra parte: concretamente al castillo de Jadraque, que era propiedad, como hemos visto, del padre del novio, el Cardenal Mendoza, y que habla mandado reconstruir sobre su vieja y medieval ruina al modo renacentista, como si de un palacio italiano se tratase, para que allí vivieran los jóvenes esposos. Los primeros años de amor de la pareja transcurrieron felices en aquella altura. Rodrigo recibió además el titulo de Señor del Cid, pues el Cardenal llamó así a la tierra de Jadraque: Condado del Cid, en cuyo sesmo de Durón estaba incluida.
La historia termina de malas maneras. A poco de casados los felices esposos tuvieron un hijo, que murió pocos meses después de alguna de aquellas infecciones que, aunque leves, por la inexistencia de antibióticos, se llevaban a los niños de este mundo en un abrir y cerrar de ojos. La madre, apenada al máximo, moría poco después, en 1497, allá arriba, en la altura castillera de Jadraque. Después, don Rodrigo Díaz de Vivar y de Mendoza, señor del Cid, marqués del Cenete, y señor de Durón, se marchaba para siempre de estas tierras...
En el territorio jadraqueño, el sesmo de Durón fue importante en el sentido de que sus representantes, los sesmeros, tenían voz en las decisiones comunes relativas al aprovechamiento de los pastos, corta de los montes, utilización de los baldíos, etc. La función administrativa de esta institución era, fundamentalmente, económica y organizativa. Eso supuso, no obstante, que Durón creciera y viera levantarse los hermosos edificios públicos con que, aún hoy, se adorna: la Casa Consistorial, sede del Concejo; las carnicerías públicas, la Iglesia parroquial, el rollo o picota símbolo del villazgo, el Calvario o humilladero, las ermitas y tantos otros lugares y elementos que simbolizan su importancia pasada y el tesón que sus antecesores, sus tatarabuelos, tuvieron en conseguir y mantener para que Durón ofreciera un nivel de vida bueno y cómodo.
DURON EN EL SIGLO XIX
Pascual Medoz, autor del “Diccionario Geográfico Estadístico e Histórico de España y sus posesiones de Ultramar” en Madrid entre los años 1845-1850, hace la siguiente descripción de la Villa de Durón:
“Durón: v. con ayunta. en la prov. de Guadalajara (6 leguas), part. jud. de Cifuentes (3), aud. tern. de Madrid (15), c. g. de Castilla la Nueva, dióc. de Sigüenza (9). srr.: en la pendiente de un cerro coronado de enormes peñascos, le combaten libremente los vientos, y las enfermedades más comunes son: fiebres intermitentes, dolores artríticos y pulmonías: tiene 132 casas, divididas en 2 barrios por un arroyuelo de curso perenne: Ayunt. con cárcel, escuela de instrucción primaria, concurrida por 30 alumnos a cargo de un maestro dotado con 1,230 rs. de los fondos públicos y 291 de unos censos; un hospital en el que se recogen los pobres transeuntes; una fuente de buenas aguas, aunque de escaso caudal; un molino aceitero y una igi. parr (Sta. María de la Cuesta), servida por un cura cuya plaza es de provisión real y ordinaria; hay además 2 capellanes; el cementerio se halla en posición que no ofende a la salubridad pública; fuera de la población, pero inmediatas a la misma, se encuentran 3 ermitas (Ntra. Sra. de la Soledad, San Roque y Sta. Bárbara): Terr.: confina N. Gualda y Valdelagua; E.Mantiel y Chillaron; San Alocén, y O. Budia y el Olivar: dentro de esta circunferencia se hallan al NE. a la dist. de 3/4 de leg., 1 ermita dedicada a Sto. Domingo, al E. y a 114 de hora un bonito santuario dedicado a Ntra. Sra. de la Esperanza, con una casa de campo que habita un ermitaño; en las inmediaciones de la indicada ermita de Sto. Domingo hay una casa de campo titulada la Nava en una hermosa explanada con cerca de piedra; tiene todas las comodidades que son de desear; entre ellas oratorio con la advocación de Ntra. Sra. de las Angustias, y en sus inmediaciones una huerta, un buen plantío de olivos y viñedo, una hermosa fuente que además de proveer a las necesidades domésticas, sirve para regar la huerta; hay también una bodega y una era de pan trillar; esta magnífica posesión se hizo a expensas del limo. Sr. D. Pedro Inocencio Bejacano, obispo de Sigüenza, el cual se retiraba a ella en las temporadas del estío: en la actualidad la habita en calidad de mayordomo, un eclesiástico con varios criados de labranza; el terreno participa de monte y llano, en lo general es flojo, pedregoso y de secano: tiene algunos trozos de bastante miga y más feraces; hay buenos bosques de encina con excelentes pastos; le bañan el arroyo de que queda hecho mérito, y el río Tajo, cuyas aguas, por su profundo cauce, no pueden utilizarse para el riego. Caminos: los locales todos de herradura y en mediano estado. Correo: se recibe y despacha en la estafeta de Budia por un propio. Prod. trigo, cebada, avena, legumbres, vino, aceite y alguna fruta; se cría ganado lanar, cabrío, mular y asnal; hay caza de perdices, conejos y libres, algunos corzos y venados, muchas zorras, lobos y garduñas; pesca de barbos, anguilas y truchas: lnd. la agrícola, un molino harinero, otro de aceite, 2 telares de lienzos ordinarios y alguno de los oficios y artes mecánicas más indispensables. Comercio: exportación de vino y aceite, e importación de los artículos de consumo que faltan, de los cuales se surte el vecindario en los mercados de Brihuega, Budia, Sacedón y Cifuentes, Pobl.: 149 vec., 479 alm. Cap. prod.: 2.822,250 rs. lmp.: 225,780. Contr.: 19,289. Presupuesto municipal: 7,600 rs. Se cubre con los fondos de propios y reparto vecinal.”
LA COFRADIA DE LAS BENDITAS ANIMAS DEL PURGATORIO
En una época en que lo antiguo parece adquirir para unos un valor entrañable mientras para otros sólo es un retazo de la historia, vamos a adentrarnos en una parte del pasado con el sentimiento y el amor al pueblo como estandarte.
El título encierra el esfuerzo de unos hombres que, en una época difícil, vislumbraron la posibilidad de colaborar entre ellos. Se dictaron una serie de reglas que los primeros responsables se propusieron cumplir y así ha seguido siendo en el correr de los años.
Es bien cierto que los objetivos han sido llevados a cabo hasta el final, aunque en los últimos años la historia ha dado un enorme vuelco y, haya sido por la emigración o por otras causas, el número de hermanos (miembros de la Cofradía) ha disminuido de forma alarmante.
Esto ha deparado que el ritual, específicamente detallado en las condiciones impresas, sea imposible de celebrar y que la idea original de los que hicieron posible la Cofradía sea irrealizable.
No se debe pensar por ello que el fin primordial no se cumple. Está fuera de toda duda que el pueblo se une ante la muerte de un convecino; pero es claro que no se debería permanecer absorto ante el previsible final de un sueño de nuestros antepasados, de una historia nuestra.
Esta introducción quiere significar la realidad de esta Cofradía, cuyos primeros pasos tuvieron lugar en los albores del siglo XVIII, reinando en España, a la sazón, Felipe V.
Para conocer el espíritu que encierra, transcribimos la recepción en el obispado de Sigüenza de la petición cursada por los vecinos de esta villa en la fecha señalada.
“En la Ciudad de Sigüenza, a diez y ocho días del mes de enero de mil setecientos y diez y seis años, ante Su Merced el Señor Dr Dn. Antonio Malaguilla, Arzediano de Molina, Dignidad en la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad, Provisor y Vicario general en ella, y todo su Obispado, por el Exmo. Sr Dn. Francisco Rodríguez de Mendanozquita, Obispo Sr. de esta ciudad del Consejo de Su Majestad -Y por ante mí el Notario se presentó la Petición y Ordenanzas del tenor siguiente. - Petición. - Juan de la Fuente, en nombre del Licdo. Dn. Pedro, digo Pablo, Plaza Texero, Cura propio de la Parroquial de la Villa de Durón, y de los demás contenidos en el instrumento que presento, Vecinos de la dicha Villa, como mejor hacia lugar parezco ante Vuestra Merced, y digo, que los susodichos movidos de Piedad, y por el bien y sufragio de las benditas Ánimas del Purgatorio, han dispuesto y nuevamente fundado Cofradía con el título de las Benditas Animas del Purgatorio, y para su govierno han echo, y ordenado los Capítulos y Ordenanzas que presento en devida forma. -Y para poder usar de lo contenido en ellos, y cumplir cada uno de los Hermanos con lo que es, y fuere de su obligación, suppco. a Vmd. se sirva de mandar aprobar dichas ordenanzas interponiendo a ellas para su validación su autoridad y Judicial secreto, y que se entregue a mis partes una copia autorizada para usar de ella y para la permanencia de dicha Hermandad y Cofradía que es Justicia que pido y Juro lo necesario. - Juan de la Fuente.”
“En la Villa de Durón, a veinte y ocho días del mes de diciembre de mil setecientos y quince años. " Hallándose en Junta y Congregados en la Iglesia Parroquial de Santa María de la Cuesta, y Sacristía de ella de esta dicha Villa, especialmente los Señores Dn. Pablo Plaza Texero, Cura propio de ella; Dn. Juan Sacristán, Presvitero de esta dicha Villa; Francisco García, y Pedro cae Juan Ruiz, Alcaldes Ordinarios, Miguel de Sancha, y Pedro García, Regidores, Gabriel Carrasco, Diputado, Manuel de Cava, Alcalde de la Santa Hermandad, Juan de Sancha, Procurador general, Francisco Hernando, Juan de Parejo, Pedro Ruiz, Diego Ruiz, Francisco de Roque Carrasco, Francisco Alcalde, Juan de Madrid, Francisco de Francisco Sancha, Francisco de Alonso García, Manuel Herrero, Macario Carrasco, Juan del Olivar, Juan Martínez Manzano, Sernardo Castillo, Bernardo de Alonso carrasco, Pedro de Pedro Carrasco, Baltasar Ramos, Juan Batanero Mozo, Francisco Frayle, Bartolomé Martínez, Juan de Alonso Martínez, Yldefonso de Sancha, Juan Ant. de Sancha, y Francisco Carcía Carrasco, Presente Notario. " Y así juntos y congregados, digeron, que la mucha devoción que todos y cada uno de por si tienen a hacer bien por las Benditas Animas del Purgatorio, movidos de su gran zelo, y de hallarse puesto de corto tiempo a esta parte un Retablo con el título de Animas, dorado y estofado a costa y expensas del dicho Manuel de Cava en dicha Iglesia Parroquial executacto por su mucha devoción para que esta se exercite, y cada día sea en aumento quieren fundar una Cofradía con el titulo de Ánimas para hacer bien por ellas, con unas Condiciones y Gravámenes específicos.”
Todas estas palabras resumen el sentir de una época pasada, acaso perdida, pero son vestigios de nuestra lengua, trozos de nuestra historia, rememoraciones de nuestros antepasados.
UN ILUSTRE DURONERO: DON BASILIO ANTONIO CARRASCO,
ULTIMO OBISPO DE IBIZA
A nuestras manos ha llegado un amplio y variado material sobre la vida y obra de don Basilio Antonio Carrasco Hernando, sexto y último obispo de Ibiza, natural de Durón.
Nació don Basilio Antonio Carrasco Hernando, en esta villa, el 13 de junio de 1783, día en que la iglesia celebra la festividad de San Antonio de Padua, sobre las dos y media de la tarde, más o menos, siendo bautizado el día 15 del mismo mes y año en la iglesia parroquial de Santa María de la Cuesta por el párroco don José Marcos de Utrilla; era hijo natural del matrimonio formado por don Antonio Carrasco López y doña María Teresa Hernando, vecinos de Durón; sus abuelos paternos fueron don Antonio Sebastián Carrasco y doña María Magdalena López y los maternos don Juan Antonio Hernando, natural de Durón y doña María García, natural de Budia; fue su compadre de pila (lo que hoy en día conocemos como padrino de bautismo) don Antonio Hernando Herrero, natural y vecino de Durón.
El Doctor Carrasco Hernando tuvo una vida azarosa; desde muy joven sintió la llamada de Dios y se trasladó a la ciudad de Sigüenza donde entró de colegial en el seminario conciliar de San Bartolomé el día 11 de febrero de 1794, disfrutando de una beca del arciprestazgo de Cifuentes. Llegó a ser catedrático de Filosofía de Lugares Teológicos y profesor de Sagradas Escrituras en el seminario en el que estudió; años más tarde fue nombrado catedrático de Teología y rector del seminario de San Julián de Cuenca.
En 1820 ganó en concurso el curato de Cañaveras en la misma diócesis conquense y en 1825 obtuvo por oposición la plaza de canónigo lectoral de la S.I. Catedral de Cuenca.
Fue un consumado escritor, ya que por encargo del rey Fernando VII entre los años 1823 y 1826, en unión de quien años después fuera obispo de Mallorca, el reverendo padre don Juan Antonio Merino, dirigieron y publicaron la “Colección Eclesiástica Española y la Biblioteca de Religión”, asimismo escribió otros libros, como “El alma afirmada en la fe” y “Retrato de Scipión de Ricci” y tradujo del francés “Tradición constante de la Iglesia”, escrita por Lamenais.
Fernando VII le nombró para la silla de Ibiza, siendo preconizado en Roma el día 30 de septiembre de 1831, consagrándose en Madrid el uno de enero de 1832 en la iglesia de Nuestra Señora de Atocha, y entrando en la diócesis ibicenca el día 4 de marzo de ese mismo año.
Hizo misiones en el convento de Santo Domingo al principio de su episcopado, predicando las doctrinas cristianas; a sus expensas envió cuatro eclesiásticos a predicar en las parroquias rurales.
Celoso defensor de la misión que se le había encargado, cuales eran la doctrina y los derechos de la Iglesia, protestó enérgicamente varias veces al Gobierno oponiéndose a todas las innovaciones y usurpaciones de aquel en materias eclesiásticas, exponiendo al mismo tiempo la verdadera y sana doctrina en los diversos escritos que publicó. Los periódicos religiosos de la época están llenos de sus exposiciones, por cierto firmaba con las iniciales YDOE, que leídas al revés querían decir El Obispo de Ibiza.
Fue un verdadero defensor de los pobres, llegando hasta empeñar su pectoral para socorrer a los necesitados dando tantas limosnas que para comer tenia que pedir limosna.
El Rey le nombró Senador del Reino y fue presentado para el arzobispado de Valencia en 1847, cargos a los que renunció para seguir siendo Obispo de Ibiza, ya que él pensaba, y estaba en lo cierto, que si dejaba ese obispado no volvería a haber obispo en Ibiza, lo que después ocurrió, perteneciendo entonces la bella isla balear al obispado de Mallorca.
Falleció el día 4 de abril de 1852 de un ataque cerebral que le sobrevino el día anterior. Su cadáver fue expuesto, según previene el ceremonial de obispos, y una vez embalsamado fue enterrado en el presbiterio de la catedral de Ibiza el día 7 de abril.
Asistieron a sus exequias, entre otras personas, los sacerdotes don Venancio García, cura de Durón; don Pedro Sanz, cura de Gualda; don Baltasar Martínez, cura de Berninches; don Victoriano García, cura de Yélamos; don Vicente Ortega, cura de Alocén; don José Maria Escudero, cura de Pareja; don Tomás Callejea, cura de Chillarón del Rey; don Estanislao Sánchez, cura de Mantiel; don Julián Ramos, cura de irueste; don Andrés López, presbítero de Auñón y don Julián Cañadas, presbítero de Budia.
Años más tarde, concretamente el día 6 de octubre de 1880, se procedió al solemne enterramiento de su lengua en la parroquia de Durón, reliquia que se perdió en la Guerra Civil. En el lado de la epístola, en el presbiterio de esta iglesia, se abrió un nicho en el que se introdujo la urna colocándose una placa con la siguiente inscripción: “Bajo esta losa se encierra la lengua del Ilimo. y Rvmo. Sr. Don Basilio Antonio Carrasco Hernando, Obispo que fue de Ibiza y natural de esta villa.”
El 11 de septiembre de 1898, siendo párroco don Hilarión Moreno, se procedió al enterramiento del corazón también en la iglesia de Durón; aunque según nos han manifestado las personas mayores de nuestro pueblo, hasta la Guerra Civil en que desapareció, estuvo enterrado en la Ermita de la Esperanza. De este sepelio se conserva un recibo en el que se indica que los costes ascendieron a la cantidad de 29 ptas. con 75 céntimos.
MONUMENTOS
La Iglesia parroquial de Durón se precede de un atrio cubierto, al que se asciende desde la plaza por una bella escalera de fuerte sillar en ángulo. La portada se orienta al sur, y es un elemento labrado en sillería, de estilo barroco, con abultado dovelaje almohadillado, incluido en saliente cuerpo que remata en geométrica moldura. La torre, de planta cuadrada, lleva grabada la fecha de 1693.
La ermita de Nuestra Señora de la Esperanza, que antaño estuvo situada en el fondo del valle del Tajo, en una amena pradera de sus orillas, fue transportada piedra a piedra y rehecha, al ser inundado por el embalse dicho lugar, corriendo la Confederación Hidrográfica del Tajo con todos los gastos. Hoy se encuentra en uno de los lugares más bellos de la Alcarria, en un altivo saliente, rodeada de frondosos pinares, a gran altura sobre el valle y hondón donde las aguas del embalse azulean perennes. la ermita, de construcción barroca del siglo XVII, fue trazada y construida en 1629 por Juan García Ochaíta, a instancias del pueblo y obispado. Deteriorada pronto, hubo de ser reconstruida en 1700, estando en esta ocasión las obras a cargo de Pedro de Villa Monchalián, maestro montañés, constructor de la iglesia de Jadraque, quien le dio traza. Es edificio de muy severas líneas y vanos moldurados con sencillez; posee una sola nave, gran crucero cubierto de cúpula hemisférica, y con talla de la Virgen de la Esperanza. Es muy venerada en toda la comarca alcarceña, y dice la tradición que, a mediados del siglo XIV se apareció la Virgen, sobre las ramas de una encina al pintor palentino Fernando de Villafane, que por allí moraba. Este anunció en el pueblo su visión y el deseo de la Virgen de que se construyera una ermita, pero fue rechazado su relato, sobreviviendo una epidemia de peste en el pueblo de Durón. Entonces las autoridades y vecindario, asustados, decidieron construir la ermita en el lugar de las apariciones, ocurriendo después diversas peripecias en torno a esta construcción, pues en principio, de forma misteriosa, la que levantaban por el día, por la noche se venía al suelo. Percatados de que estaban construyendo en sitio diferente al de la aparición, se ajustaron muy precisamente a éste, y entonces una fuerza misteriosa les ayudaba en las obras, que ya fueron rápidas. Ahora, nuevamente cambiada la ermita de su primitivo lugar, muestra amenazadoras señales de ruina.
Otros muchos elementos arquitectónicos, de cierto valor artístico y evocador, se pueden admirar en este pueblo, hasta el punto de hacer de Durón uno de los enclaves de más denso patrimonio histórico-artístico de la Alcarria. El viajero debe visitar el Calvario de piedra a la entrada del pueblo viniendo de Sacedón; la ermita de Santa Bárbara, muy sencilla; la ermita de la Soledad, en el camino de Sacedón, hoy habilitada para vivienda particular; diversos palacios señoriales de los siglos XVI al XVIII, con escudos nobiliarios sobre las claves de sus entradas: la Carnicería antiguo edificio comunal que se dedicó a venta de productos del Concejo; una espléndida fuente barroca, construida en 1793, con gran mascarón de bronce de donde surge e agua, y la picota en la entrada de la villa, por el camino de Budia, sencillo pilar rematado en cuatro mensulones, obra del siglo XVI.
Goza todo el término de bellos paisajes y agradables rincones: por una parte, las vistas sobre el lago, y por otra, los enclaves naturales donde las rocas y la vegetación se dan cita en bellos conjuntos. Así, el Castillo, la Calera, el Portillo, la Hoz Angosta y el Granillo de Sal, lugares idóneos para realizar excursiones a pie desde el pueblo.
Texto publicado en el libro "Encuentros Culturales. 1995"
3 comentarios:
Publicar un comentario