Una de las obras más conocidas de la literatura española del siglo XX es el "viaje a La Alcarria" de Camilo José Cela. En ella un viajero nos va describiendo aquello que encuentra durante un recorrido por la Alcarria a mediados de los años 40, así como las impresiones que todo ello le va produciendo. El relato de este recorrido ha calado hondamente en aquellos que lo han leído y, especialmente, en los nacidos en las tierras que describe.
Casi dos siglos antes otro literato español, el tinerfeño Tomás de Iriarte (Puerto de la Cruz 1750 Madrid 1791), recorrió en parte el territorio de La Alcarria y dejó constancia escrita de lo que encontró y de las impresiones que ello le produjo. Este "Otro Viaje a La Alcarria" es mucho menos conocido para el gran público, fue publicado en 1897 (es ahora, pues, algo más del centenario) y estudiado detenidamente por el francés A. Morel Fatio en 1906.
El texto son dos cartas escritas por Iriarte a su amigo Manuel Delitala, Marqués de Manca, que se guardan en la Biblioteca Nacional de Madrid. Obviamente, el título que se ha puesto al relato es "postizo", pero así se le conoce en la actualidad y así aparece en las enciclopedias como la Larousse.
Un profano como el que escribe tuvo una agradable sorpresa al topar por casualidad en una Biblioteca con una edición de 1976 de este viaje, prologada por Alejandro Cioranescu y publicada por el Instituto de Estudios Canarios.
Iriarte vino a Madrid a instancias de su tío, trabajando para el estado como traductor y archivero. En los círculos literarios hizo amistad con Cadalso, Samaniego y Moratín, amén de abundantes mujeres. La estrecha relación de los Moratín con Pastrana y su aprecio por La Alcarria, así como la escasa salud de Iriarte le movieron a viajar el 22 de julio de 1781 de Madrid a Gascueña (Cuenca) y a pasar allí gran parte del mes de agosto, buscando la tranquilidad y la salud perdida, y alejándose de las zonas más visitadas por los viajeros de aquellos tiempos. Es bastante probable, por lo que él cuenta, que Iriarte escribiera en Gascueña algunas de sus conocidas Fábulas que luego publicaría en 1782.
Durante el "Viaje" Iriarte observa a los campesinos, se interesa por la industria y la agricultura, se irrita y se divierte. Su camino sigue en gran parte el que ahora lleva la línea de autobuses de Madrid a Priego. Pasa por Torrejón, duerme dos noches en Alcalá para visitar su Universidad, la
biblioteca (de la que ironiza sobre la antigüedad de sus fondos y escasa utilidad científica en el siglo de su viaje) y el Colegio Mayor.
biblioteca (de la que ironiza sobre la antigüedad de sus fondos y escasa utilidad científica en el siglo de su viaje) y el Colegio Mayor.
Cruza el Henares en una barca con un barquero "con todas las prendas de Caronte" y por Santorcaz y El Pozo, siguiendo un camino de eriales, sembrados, encinas, robles y pimpollares, llega a Aranzueque en dónde intenta comer en un mesón con buenos cuartos pero sin comida. Afortunadamente, su habilidad tocando el órgano de la Iglesia hace que el sacristán (y, a la vez, maestro del pueblo) le regale unos peces. Se sorprende del gran tamaño del cura del pueblo (un "patagón") y nos cuenta el apodo de "portazgueros" que los habitantes del pueblo tenían por cobrar un peaje sobre un antiguo puente sobre el Tajuña. Dicen que "hicieron también pagar a una efigie de un Cristo con la Cruz a cuestas". Comenta asimismo que aunque mesonero y mesonera eran feos y morenos, su hija era rubia, blanca y muy guapa, como los extranjeros que solían pasar por allí. El relato, como veis, rezuma ironía.
Todo esto lo observa en el corto período entre que llega a comer y marcha por la tarde hacia Tendilla "mediana villa y de bastante arboleda", posiblemente por los nogales y los abundantes olivos, aunque alrededor de Tendilla también hubiera en los altos zona de pastos. Tras atravesar la villa, Iriarte pernoctará en el Monasterio franciscano de La Salceda, en donde estaba la actual
patrona de Peñalver y Tendilla.
patrona de Peñalver y Tendilla.
La buena cena en el Convento le permitió olvidar la mala comida en Aranzueque. Iriarte era volteriano y algo anticlerical, de acuerdo al espíritu de los Ilustrados de la época. Por ello no está interesado y no describe las diferentes ermitas del Monasterio, su arquitectura manierista y las obras de arte y reliquias en él guardadas y ahora desaparecidas. Comenta que encontró un conocido en el convento dedicado a fabricar disciplinas para los frailes y que le hubiera gustado pasar varios días en La Salceda pues "en medio de ser un desierto, es un paraje delicioso".
A pesar de que los padres le "hospedaron generosamente", apenas pudo dormir por las pulgas que infestaban su alojamiento. Desvelado, intentó a oscuras ir al coro a escuchar a los monjes los cantos de maitines (Iriarte era muy aficionado a la música, como vemos), pero se perdió por "unos claustros y pasillos oscuros" y tuvo que regresar. Luego supo que los padres tenían cerrada la comunicación entre la hospedería y la clausura. Tras amanecer se encaminaría hacia Alhóndiga.
Iriarte comenta que "toda esta tierra hasta Gascueña es bastante quebrada, frondosa y seca, de suerte que de Santorcaz para acá no he conocido verano". Los veraneantes en La Alcarria podemos dar fe del agradable frescor veraniego (sobretodo por la noche) que nos evita el tener que usar el aire acondicionado para sustraernos de los fuertes calores. También dice que "la gente es bastante aplicada a la agricultura y tiene buen modo con los forasteros". Nos está invitando a acompañarle.
Durante la Ilustración otros dos viajeros más describieron su paso por la Alcarria casi en los mismos años que Iriarte. La detallada descripción que hace el gallego Joseph Cornide ha sido publicada en 1999. Antonio Ponz, que viajaría por La Alcarria hacia 1785, nos cuenta algo más sobre los moradores de La Alcarria: "viven con menos necesidad que los de La Mancha" y "poquísimos hay que no tengan tierra propia que cultivar y algún ganado de todas suertes, que les sostiene en las grandes necesidades", aunque la carencia de árboles les impida la corta de leña. Menciona también "legumbres, miel, fruta, pesca y caza" como alimento. Eugenio Larruga en sus "Memorias Políticas y Económicas" publicadas en 1791 cuenta aproximadamente lo anterior añadiendo que "los naturales son amables, sencillos, de buen entendimiento e inclinados a la agricultura y la vida pastoril" y que "para vestirse se contentan con un paño pardo o estameña ordinaria que los más hilan y preparan en sus casas", eximiéndoles esta economía de la
común miseria de otros pueblos que "todo lo fían a sus cosechas de trigo y cebada". En la parte negativa habla de la notoria y permanente despoblación de las tierras de Guadalajara, la fatiga de las mujeres en las labores del campo y la casa ("mal alimentadas y peor vestidas, son esclavas de la tierra") y las "poco recomendables concurrencias" de los hombres a las tabernas, en tiempos de invierno, favoreciéndose de este modo "las muchas conversaciones a que son sumamente inclinados los de este país".
común miseria de otros pueblos que "todo lo fían a sus cosechas de trigo y cebada". En la parte negativa habla de la notoria y permanente despoblación de las tierras de Guadalajara, la fatiga de las mujeres en las labores del campo y la casa ("mal alimentadas y peor vestidas, son esclavas de la tierra") y las "poco recomendables concurrencias" de los hombres a las tabernas, en tiempos de invierno, favoreciéndose de este modo "las muchas conversaciones a que son sumamente inclinados los de este país".
Iriarte se sorprende de la buena perspectiva del paisaje alrededor del cerro en que se asienta Alhóndiga: "Sus cercanías son amenas, igualmente que las de otro pueblo inmediato, Auñón". De allí pasa por el "Infierno del Tajo" hacia Sacedón, hablando de las arboledas deliciosas, las peñas agrestes y el color rojo de las aguas del río debido a la tierra que arrastra. De Sacedón pasó a Poyos (hoy tapado por las aguas del Pantano de Buendía) y por Villalba y Tinajas llegó a pasar la noche a Gascueña. Como se ve, se tardaban tres días de Madrid a Gascueña. En la actualidad se llega en apenas dos horas, aunque pasando por Alcocer pues la carretera actual se desvía y nos permite hacer una visita a la Iglesia y las casas de este lugar.
Gascueña se encuentra en el camino hacia Cuenca y se atribuía su fundación a gente venida de Gascuña (Francia). Iriarte menciona una antigua inscripción que hubo en el Ayuntamiento: "Hidalgos, frailes y bueyes / no consienten nuestras leyes". Hidalgos y frailes se explica al estar en aquellos tiempos exentos de tributación y no contribuir al sostenimiento de las cargas municipales. Gascueña era "lugar de behetría donde todos son iguales". Los bueyes lo explica Iriarte indicando que las labores se hacían en el campo con mulas pues los bueyes comen y destruyen los olivos. Es curioso el haber encontrado una referencia a Gascueña y su ley antes indicada en "El Mediterráneo y el Mundo Mediterráneo en la época de Felipe II" de Fernand Braudel, aunque el autor de esta piedra angular en la historiografía moderna no acierte a explicarse correctamente la razón de tal ley.
Iriarte describe Gascueña con admiración enunciando sus telares, sus más de 80000 olivos, viñas, hortalizas, granos, arboledas de sombra, etc. Se aloja en la casa del cura, en la que gobierna la hermana del mismo, mujer culta y aficionada a leer. Nos describe un idílico veraneo comiendo opíparamente, durmiendo a pierna suelta, paseando y donde "se habla eternamente y se huelga y holgazanea alta y soberanamente". En los bailes nocturnos, Iriarte se jacta de haber enseñado a hombres y mujeres las "seguidillas entre ocho", desconocidas entonces en el lugar. Amigo del cura de Gascueña, describe con detenimiento su iglesia clásica, su retablo churrigueresco y se apena que el órgano esté descompuesto.
En tan poco texto como tiene la carta que escribió, parece mentira la cantidad de observaciones y detalles que llega a captar Iriarte. En la segunda carta que escribió Iriarte, manda buenos saludos a dos amigas que ha dejado en Madrid con el estilo galante e irónico que le caracteriza. Incluye en ella un corto romance describiendo idílicamente su lugar de vacaciones y lo lejos que
se encuentra emocionalmente del ambiente y las discusiones en la Corte.
Permítaseme citar una parte, invitándoos a pasar unas vacaciones veraniegas haciendo turismo rural alcarreño:
¡Oh que bien que comemos y dormimos!
con el calor intenso de la tierra
anhelando el mes último del año,
por acá es necesario que con paño
me defienda del aire de la sierra.
Aquí el baile, el paseo
me han quitado el empleo
de Esopo literario, y a fe mía
que creí no podría,
en medio de éstas y otras distracciones,
escribirte siquiera estos renglones.
Trabajo de investigación de Jose Luis García de Paz
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