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José Ramón López de los Mozos.. "cuartetas de la Alcarría"

Nadie sabe cuándo se inició esta tradición que se pierde en la memoria de los lugareños: «es algo que se ha hecho de siempre y duró hasta la guerra».

Lo cierto es que los 30 de diciembre «desde siempre», el ambiente festivo se empezaba a «sentir» desde por la mañana, cuando todos los casaucedanos tenían la misma conversación o el mismo pensamiento: cada uno en su quehacer diario se preguntaba cómo resultarían ese año los días festivos que se avecinaban y el jolgorio que empezaría esa misma noche.

Algunos vecinos nos comentan que en aquellos tiempos en que la vida era «trabajar mucho y muy duro, para comer lo justo o de menos, desde que salía el sol hasta las puestas», cualquier motivo que rompiera esa monotonía y sirviera de descanso y divertimento, era el tema de conversación y la animación de varias jornadas de trabajo.

RONDA DE LOS MOZOS

A media tarde del 30 de diciembre, algunos mozos volvían al pueblo para juntarse en la taberna.

Una vez reunidos, salían de ronda por todo el pueblo, cantando acompañados por guitarras, bandurrias, castañuelas, triángulo y huesos o ginebra, que tocaban ellos mismos, y pidiendo de casa en casa lo que tuvieran a bien darles, con destino a la merienda que celebrarían al día siguiente, de San Silvestre.

Les daban dinero generalmente, pero también alguno de los productos de que se disponía: huevos o matanza recientemente hecha: chorizos, morcillas, hugueña e incluso se recuerda que un año se dio el caso de que los mozos robaron un jamón de la casa donde más abundaban, lo cual se les perdonó «por ser el día que era».

Entre las coplillas y jotas que cantaban con motivo de la cuestación, hemos podido recoger esta estrofa:

Mañana si vas a misa,
allí verás al Cordero,
que nació de Madre Virgen,
para ser Rey de los Cielos.

Esta cuarteta asonantada, también llamada tirana, con versos octosílabos, tiene un marcado carácter popular y es la misma que recogimos en Villaseca de Uceda. Hecho normal, teniendo en cuenta que estos dos pueblos no distan entre sí más que 3 kilómetros.

La ronda se alargaba hasta altas horas de la noche.

DIA DE LOS MOZOS

El día siguiente, 31 de diciembre, día de San Silvestre, era festejado como «el día de los mozos» por antonomasia .

La mañana transcurría tranquila para todo el pueblo, salvo para los dos mayordomos, que eran los dos mozos (solteros) más viejos de la villa. Se les llamaba así porque eran los encargados de organizar y preparar todo lo recogido la noche anterior en la ronda, para la merienda, incluida la administración de los dineros conseguidos, que se utilizaban en la compra de algunas cosas más.

A la caída de la tarde, al toque de la oración llamada del anochecer, corría de boca en poca la siguiente coplilla:

El día de San Silvestre,
al toque de la oración,
al casado que se encuentre,
se le tirará al pilón.

Esta graciosa cuarteta-sentencia se cumplió en varias ocasiones.

Ya anochecido, se reunían de nuevo todos los mozos del pueblo para merendar lo que los mayordomos habían preparado, ayudados por algunos de sus compañeros.

Tradicionalmente la merienda se componía de escabeche, sardinas arenques, huevos fritos, jamón, chorizo, morcilla, etc., todo ello regado por abundante y buen vino de la tierra por aquellos años .

Bien comidos y bien bebidos los mozos, la música se convertía en la protagonista de la reunión, junto con los consabidos chistes y chascarrillos. Después, salían a rondar a las mozas hasta el amanecer.

DIA DE LOS CASADOS: RONDA Y BOTARGA

Pero como los casados no iban a ser menos, el primer domingo después de Reyes u octava de Epifanía, se celebraba la fiesta del Niño de la Bola, aquí llamado Niño del Remedio o de los Remedios, por los lugareños.

Este día fue «institucionalizado» como «el día de los casados», y es entonces cuando aparecía el persona de la botarga.

Todo empezaba antes de la misa, hacia las 8 ó 9 de la mañana, cuando la botarga, acompañada por cuatro bailarines o danzantes y de cuatro a seis músicos (dependiendo de los años) iban de casa en casa pidiendo, al mismo tiempo que tocaban y bailaban jotillas, seguidos por un tropel de chiquillos.

Además de la copla que también cantaban los mozos, anteriormente mencionada, los casados compartían con ellos otras varias que poseían en su repertorio:

A la jota Julián
que eres un galopín,
que por no trabajar
te has metido alguacil.


Igualmente hemos recogido otra, muy parecida a una oída en Villaseca de Uceda:

Danos aguinaldo Rosa,
lucero del claro día,
que en un día como éste
no nos dirás que no había.


En este caso el nombre Rosa se sustituía por otros nombres de mujer, en cada casa el que correspondía a la dueña, acomodándolo lo más posible a la rima (13).

Tras las danzas de petición y la recogida del aguinaldo se cantaba otra jotilla llamada despedida. Veamos un ejemplo:

La despedida te doy
la que echó Cristo en el río,
que los peces quieren agua
y las mujeres marido …


Los instrumentos utilizados por los músicos eran de nuevo guitarras, bandurrias, el triángulo y los huesos o ginebra. Los danzantes, al mismo tiempo que bailaban la jota, tocaban las castañuelas.

En cada casa como aguinaldo les entregaban todo tipo de cosas, pero sobre todo dinero, y de vez en cuando naranjas y algún producto de la matanza (15). También se dio el caso en alguna ocasión, que la botarga robaba algún jamón o vuelta de chorizo, descolgándolos del techo con su cachiporra.

Los vejetes del lugar recuerdan que cuando la botarga entraba en una casa a pedir, la dueña no dejaba salir a recibirla a las mozas casaderas que hubiese en casa, porque les levantaba los vestidos con la cachiporra (16).

Según avanzaba la comitiva por las calles, los chiquillos del pueblo soliviantaban a la botarga que los perseguía, diciéndole:

Botarga la larga
cascaruleta,
mata las pulgas
con una escopeta ...

Ella se enfurecía y cachiporra en ristre, perseguía con más ahínco a la chiquillería, y aunque no llegaba a pegar a nadie, los asustaba y divertía.

La cachiporra era de madera, medía aproximadamente un metro, tenía en su parte superior la cabeza de un perro toscamente labrada y terminaba en una especie de taruguillo o bola, toda ella de una pieza.


Cuartetas de Casa de Uceda pertenecientes al partido judicial de Cogolludo… artículo de José Ramón López de los Mozos

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