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de la familia Mendoza


La familia Mendoza fue protectora interesada de moriscos y judíos en los lugares bajo su dominio. En su Dezir recogido en el manuscrito de la BN, Mss. 8788 menciona a los judíos de sus tierras:


A mi grave me seria
dexar los prados con flores,
en mayo la fuente fría,
vergeles con ruyseñores,
por yr a la juderya
benir entre cortidores,
a do ay tales olores
donde buen olor no ha parte.

¡Cómo dexaré la sierra
do ay ayre y truchas finas
por yr morar a la tierra
do ay badeñas y porcinas,
a do la gente se encierra
con las espesas caninas,
fiesta e olor de adefinas,
que no siento a quien no mate!

Quando fallo buen venado
ponle canes el montero
e desina el del collado
¡adelante, cavallero!
Seria mal aconsejado
quien dexa de oyr a baquero
por oyr raby parlero
quando en la su ley departe.

¿Cómo dexaré perdices
en invierno que son sanas,
en verano codornices
de cazar por las mañanas
por yr con tales narices
a do biven las loçanas,
que con sus grandes ufanas
a todo hombre dan su mate'!



con palabras en que se retratan circunstancias, diversiones y esparcimientos que hoy, después de cinco siglos, se conservan casi sin mudanza alguna en aquellos parajes.

En Guadalajara nació Diego Hurtado de Mendoza, hijo de Pedro González, gran Almirante de Castilla y padre del escritor y político Íñigo López de Mendoza, que quedó de jefe de la familia a los veinte años de su edad, al fallecer su padre Pedro en Aljubarrota. "Heredó de aquél -nos dice Layna Serrano en su monumental "Historia de Guadalajara y sus Mendozas"-algunas buenas cualidades, así como el cariño a Guadalajara, donde vivió siempre que lo consintieron aquellos tiempos inquietos, mejorando mucho sus casas", como queda reflejado en el libro "Generaciones y Semblanzas" de su austero pariente Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres, que dice así: "Hombre de muy sutil ingenio, bien razonado, muy gracioso en su decir, osado y atrevido en su fablar, tanto que el Rey Don Enrique Tercero se quejaba de su soltura y atrevimiento. Amó mucho su linaje e allegó con grande amor a sus parientes más que otro grande de su tiempo, e placíale mucho facer edificios e hizo muy buenas casas".


La línea poética familiar continua el gran Almirante, Don Diego Hurtado de Mendoza, que, fue poeta culto, dejándonos algunos de los poemas más refinados de la lírica de origen galaico-portugués, como su célebre "Cossante", que empieza así:


A aquél árbol que vuelve la foxa
algo se le antoxa.

Aquél árbol del bel mirar
face de maniera flores quiere dar;
algo se le antoxa.

Aquél árbol del bel veyer
face de maniera quiere florecer;
algo se le antoxa.

Face de manera flores quiere dar:
Ya se demuestra, sallid las mirar.
Algo se le antoxa.

Face de manera quiere florecer:
Ya se demuestra, sallid las a ver.
Algo se le antoxa.

Ya se demuestra, sallid las mirar.
Vengan las damas las frutas cortar.
Algo se le antoxa.

Ya se demuestra, sallid las a ver.
Vengan las damas las frutas coxer.
Algo se le antoxa.




el Gran Cardenal Mendoza, hijo del marqués de Santillana y llamado "el tercer rey de España" en tiempos de los Reyes Católicos, hizo algunos poemas amorosos, posiblemente a su amante Mencía de Lemos con la que tuvo sus dos primeros hijos y a la que tuvo alojada en el castillo de Manzanares perteneciente a su hermano mayor Diego. Se conservan cuatro poemas y el mejor de ellos es:



Dama, mi muy gran querer
en tanto grado me toca,
que no me puedo valer:
mi bivir por se apoca.

Apócase mi bivir
por amar demasiado,
no me aprovecha el seruir
ni me aprovecha el cuidado;
vóyme del todo a perder.

La vida mía se apoca,
esto causa mi querer
que en tanto grado me toca.

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